Rafael Valera es parte de la historia del Hospital Central de Maracaibo: “Es como mi casa”

Rafael Valera trabajó durante poco más de 40 años en el Hospital Central de Maracaibo, como ejemplo de tesón e integridad

A sus 80 años, Rafael Valera es parte de la historia del Hospital Central de Maracaibo. No es raro verlo caminando a cualquier hora del día y de la noche por los pasillos de este centro de salud, donde trabajó durante poco más de 40 años, pasando por distintos cargos.

Muchos miembros del personal, lo ven como el abuelo de la gran familia del hospital, y quienes tienen varios días en el sitio por la hospitalización de algún ser querido, se extrañan al verlo caminando y hasta durmiendo a cualquier hora, portando su carnet como trabajador de este centro asistencial. Pasa el día conversando y caminando por los pasillos, duerme en las bancas, prácticamente vive en el hospital, pero ¿Quién es? ¿Trabaja todavía a su avanzada edad? Se preguntan algunos.

Ya a las cinco de la mañana, cuando todavía está oscuro, la rutina del señor Rafael es salir a tomarse un cafecito. “Epale Rafael”, le dijo un joven mototaxista frente al hospital, chocando su mano con la de él. Le habló alto, y es que el anciano, ya casi no escucha, tampoco ve bien.  “Bien y vos, ¿Cómo estáis?”, contestó Rafael con una gran sonrisa y en tono fuerte, agradado por el saludo.

Muchos lo tratan con cariño, pero no faltan otros tantos que lo desairan. “No, aquí no vendemos un solo cigarro, vendo la caja”, le dijo molesto a Rafael el vendedor del puesto que está a un lado del hospital, en la parada de taxis. Era muy de mañana, aún no había amanecido; pero como nunca falta quien le tienda la mano, un hombre que duerme todas las noches sobre cartones en las afueras de la emergencia, miró con sentimiento, se le acercó y le dio un cigarrito.

Rafael Valera, de boxeador a su historia en el Hospital Central

Rafael Valera nació el 16 de julio de 1943 en Bobures, estado Zulia. “Fui boxeador en aquellos tiempos, cuando estaba Betulio González, también tuve un puesto en la Plaza Baralt”. El trabajo y el respeto siempre han sido su bandera, así le enseñaron sus padres.

«Nunca estuve preso. Lo más importante en la vida es que a mis 80 años, tengo una conducta intachable, tengo mi carácter, sí, pero toda esa educación que me dieron papá y mamá están al pie de la letra. La educación que papá me dio, cualquiera no la tiene, él me decía ‘cuando usted se acueste rece’. Yo rezo, y cuando despierto, digo ‘gracias Señor porque me diste otro día.. Jesucristo es mi tesoro, por él rezo y me acuesto”, contó.

Desde pequeño su papá le decía que era mejor estar solo, que con “malas juntas”, y así siempre hizo, rodeándose de gente trabajadora. “Tengo que estar con una persona que sea sana como yo”, expresó, vestido con el orden y la decencia que le enseñaron sus padres.

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No se acuerda el año exacto cuando comenzó a trabajar en el Hospital Central de Maracaibo, pero dice que fue hace poco más de 40 años. “Comencé limpiando, luego fui portero, ascensorista, también hacía cosas en el área de mantenimiento”, relató, estando ya jubilado.

Prosigue “trabajé con todos los médicos acá, pero ya todos se me murieron”. No dejó de mencionar a su gran amiga, la doctora Mery Guerra, a quien todavía recuerda con cariño.

¿Por qué Rafael pasa sus días en el Hospital Central tras ser jubilado? 

“Toda mi familia se me murió, solo me quedó una hermana y las hijas de mi hermana. Como soy el menor, estaba cuidando a mi hermana, pero la hija de mi hermana me botó, se llevó a mi hermana a un apartamento y después vino por mí y me botó la ropa. Eso fue allá en Raúl Leoni por la Curva de Molina”, contó.

Prosiguió: “Como no hallaba para dónde ir, y trabajé muchos años aquí (en el Hospital Central), y como aquí me aprecian mucho, me vine para acá”.

Es así como ahora, prácticamente él vive en este centro de salud.

En el Hospital Central, el señor Rafael también pudo conocer el amor. Se enamoró de una de sus compañeras de trabajo, fueron pareja durante años, aunque no vivieron juntos. Ella se encargaba de lavarle la ropa, pero hace unos meses falleció, “me sintió bastante”, expuso. Ahora son las hijas de ella (en Sierra Maestra, San Francisco) quienes le lavan, y él les da “alguito” por eso.

Admite que está buscando “una pieza”, pero no consigue. Por eso, es así, como prácticamente ahora vive en el Hospital Central, donde dio su vida trabajando.

“No  puedo hablar mal, aquí me atienden como si fuera mi casa, el Hospital Central es como mi casa. Ahorita estoy haciendo mi diligencia para que me operen de los ojos, tengo que buscar a dónde irme”.

El señor Rafael con dos de sus amigos en el Hospital Central

Se mantiene con el pago mensual de su jubilación y con los bonos patria, a eso se suma la ayuda que muchos le dan a diario para comer y vestirse.

Rafael y la diatriba en el Hospital por darle refugio

El cariño es indudable por parte de los compañeros del señor Rafael en el Hospital Central, todos lo tratan con agrado, y admiran su gran trayectoria de tesón, íntegro e impecable.

No obstante, por parte del área del Trabajo Social de este centro de salud, ya han intentado llevarlo varias veces a un centro de refugio para ancianos. Aunque tratan de ayudarlo porque no tiene dónde vivir, Rafael considera que no lo pueden llevar obligado porque es como tenerlo preso, y eso es algo que él no acepta, porque siempre ha sido un hombre sano y trabajador.

En varias ocasiones lo han trasladado a un centro de cuidado, pero él se ha escapado, y nuevamente vuelve al Hospital Central, su “casa”. 

El señor Rafael mantiene su pedido de casa al gobierno nacional o regional. Sin embargo, admite que “la casa de uno es el cementerio, así me decía papá”.

Es Con Usted / Lenys Moreno

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