Por Lester Toledo
Sobrevivir en Venezuela resulta hoy día todo un reto, comprar los alimentos para la familia se ha convertido en un verdadero y angustioso ejercicio matemático de búsqueda de la mejor oferta o el mejor combo, pero todo en dólares.
Mientras el régimen de Nicolás Maduro y sus seguidores se empeñan en manipular con la tesis de que Venezuela está mejorando, mientras los enchufados abarrotan restaurantes y abren velozmente nuevos comercios de productos importados, el venezolano de a pie, ese que gana o recibe su pensión en depauperados bolívares, y que de vez en cuando sus hijos, que forzosamente migraron le envían unos dolaritos, ese se las está viendo negras, y el horizonte no parece aclarar.
La canasta básica venezolana en el mes de abril superó la barrera de los 1000 dólares, exactamente $1.004 con 71 centavos, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (CENDAS), en su más reciente informe.
Esta canasta básica incluye alimentos y rubros como productos de higiene personal, servicios públicos básicos, transporte, vestido, calzado y salud.
Para ubicarnos en contexto, solo para poder comer, cada miembro de una familia de cinco o cuatro personas requiere por lo menos 100 dólares, y más del doble para cubrir el resto de los rubros. Obligados por las circunstancias, muchos se ven en la circunstancia de decidir si sacrificar la compra de sus medicinas o del calzado, para poder alimentarse o alimentar a los suyos.
Pero lo más crítico es que el CENDAS-FVM también determinó que el 90% de los hogares venezolanos no pueden cubrir estas canastas de alimentación y que en abril se requieren más de 17 salarios mínimos, solo para cubrir el costo de los alimentos.
También especifica que el precio de la canasta aumentó 50% y la variación anualizada en bolívares se ubicó en 177.7%. Entonces, la cosa ¿Está mejorando? O mejorando ¿Para quién? Lo cierto es que el enfermo no mejora, y en Venezuela, son la mayoría.
Porque a lo que en realidad se enfrentan venezolanos como María González, maestra de primaria con tres hijos, o Pedro Martínez, conductor de un autobús de transporte público, o Nemesio Pérez, obrero jubilado de PDVSA, que son la inmensa mayoría, es que cada vez que van a hacer mercado, los precios de las frutas y las hortalizas, del arroz y la harina, de las caraotas, o del pollo y la carne molida, suben y suben, mientras que sus ingresos parecieran cada vez alcanzar para menos.
El bienestar de un país no se mide por cuantos conciertos de artistas internacionales se presentan en el país, o de cuantos bodegones, megatiendas o restaurantes abran. Este bienestar o mejora se mide en base al poder adquisitivo, a las libertades, o al acceso a los alimentos, a la salud y a la educación de sus ciudadanos, a la capacidad de ahorro, y estos indicadores, en el caso de Venezuela, están muy lejos de mejorar, por el contrario, vamos, lamentablemente, para atrás.
Entonces, la cosa ¿Está mejorando? O mejorando ¿Para quién? Hablemos claramente y llamemos las cosas por su nombre.
@LesterToledo
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