Se calcinan los restos de San Benito tras incedio en la Iglesia de Santa María di Gesù en Italia (Fotos)

La ola de incendios que arrasa estos días la isla de Sicilia (Italia) calcinó este martes el santuario de San Benito «el Moro», en Palermo. «Con lágrimas en los ojos anunciamos que queda muy poco de sus restos», dijeron los frailes franciscanos. Se cree que solo se ha salvado un fémur del santo.

San Benito es copatrono de Palermo y es una figura muy venerada y amada en la isla de Sicilia (Italia).Hasta ahora, muchos fieles y peregrinos visitaban la Iglesia de Santa María di Gesù para rendir homenaje al santo y buscar su protección e intercesión.

Ermitaño antes que fraile

El cuerpo del santo, venerado cada 27 de diciembre y 6 de enero, había sido trasladado a la iglesia en 1983 y, ahora, lo que queda de él, se encuentra en manos del fraile Fernando Trupi, quien lo ha llevado a otro convento. 

Pero, ¿quién fue este santo de origen esclavo? San Benito Massarari, llamado «el Moro» por el color de su piel, fue primero eremita, y entró después en la Orden de los Hermanos Menores franciscanos. Fue canonizado el 24 de mayo de 1807 por el Papa Pío VII.

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Mensaje de WhatsApp de los vecinos de Palermo. 

A San Benito se le llama «de Palermo», por la ciudad en la que murió, y «de San Fratello» o «San Filadelfo» por el lugar en que nació, también «el Moro» o «el Negro» por el color de su piel y por su ascendencia africana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente.

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Hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios. San Benito «el Moro» nació en 1526 en San Fratello, antes llamado San Filadelfo, provincia de Mesina (Sicilia), de padres cristianos, Cristóbal Manassari y Diana Larcari, que eran descendientes de esclavos negros.

Cocinero y gran confesor

De adolescente, Benito cuidaba el rebaño del patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado «el Santo Moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños, fundada en su región por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la regla de San Francisco.

Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros. En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una orden que ellos mismos escogieran.

Palermo

Así ha quedado el convento donde reposaban los restos de San Benito.

Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció tres años. Trasladado nuevamente a Palermo, vivió allí veinticuatro años.

Al principio ejerció el oficio de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros. Se le tenía en tal aprecio que en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Durante tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y caridad.

Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores y entró en Santa María de Jesús, Palermo.

Nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió a su primitivo oficio de cocinero. Un gran número de devotos acudían a él a consultarlo, entre los cuales había sacerdotes y teólogos, y hasta el virrey de Sicilia.

Conoció la hora de su muerte

Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta sangrar. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito o encomendarse a sus oraciones.

En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y la hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús en la cruz: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».

San Benito es venerado en países como Colombia, Uruguay, Venezuela o Estados Unidos, en este último hasta cinco templos de la comunidad negra llevan su nombre. Su culto, precisamente, se difundió ampliamente y se ha convertido en uno de los protectores de los pueblos negros.

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