La luz
“Eres, al fin y al cabo, lo que eres. Aunque te pongas una peluca con miles de rizos, aunque te pongas tacones con un codo de altura, seguirás siendo lo que eres”, Wolfgang Von Goethe.
¿Por qué te ocultas tras esa fachada luminosa? ¿Por qué encubres lo que eres realmente? ¿Por qué no permites que se haga luz tu interior? ¿Acaso eres feliz viviendo de apariencias?
Te invito a que te realices cada una de estas preguntas y las interiorices de manera que, puedas despertar en ti la respuesta a cada una y sacar de tu interior todo aquello que te aleja de tener una vida real en la que te muestres tal y como eres.
No permitas que la oscuridad de la noche llegue a tu habitación y te abrace sin haber visto la luz del día en todo su esplendor, que el sol irradie tu rostro tal cual ante los demás. ¡Se tú mismo!
Nunca te sientas menos que nadie, cada ser humano es especial, cada uno tiene talentos por descubrir y explotar, virtudes que lo hacen ser distinto a los demás y defectos que lo ayudan a verse a sí mismo y a esforzarse por mejorar.
No vales por lo que tienes, sino por lo que eres adentro. Vales por las buenas obras que haces por los demás, por el que necesita una mano amiga, una ayuda, un apoyo en cualquier sentido. Lo material es superficial, es pasajero.
Por qué vivir de las apariencias, por qué vivir con los pies en el aire cuando puedes ponerlos sobre la tierra y caminar con la frente en alto con tu conciencia tranquila, haciendo el bien para ti mismo y para los demás.
De qué sirve creerte lo que en realidad no eres cuando puedes ser tú mismo. Vivir de una imagen o pantalla es en el fondo buscar la aceptación y la aprobación de los demás. Es vivir bajo la sombra de un complejo de inferioridad que no te deja avanzar ni verte a ti mismo y en consecuencia, esa baja autoestima te lleva a ser una persona arrogante con una imagen inflada.
Es un mecanismo de defensa que en el fondo pretende esconder tu inseguridad y con el que buscas, mantener una autoimagen. Es vivir rodeada (o) de barreras en las que no permites que tu interior se haga luz y tampoco que los demás se acerquen y vean en realidad tus sentimientos.
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A veces los estereotipos de las sociedades conllevan a que los seres humanos se sientan de esa manera. Si has crecido en una sociedad en la que las diferencias sociales son tan marcadas, entonces, quizás veas esto como una situación normal, pero en realidad es una equivocación el creer que las personas son más que otras por tener ciertas cosas que los demás no poseen por distintas circunstancias.
No eres mejor porque tienes un automóvil último modelo, no eres buena persona porque solo te relacionas con las personas que crees tú que están a tu mismo nivel, mientras que desechas y menosprecias a los que según tú, no te llegan ni a los talones.
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De qué te sirve todo esto si al final cuando te vayas físicamente no te llevarás nada y solo valdrán las buenas obras que hiciste en vida y según ellas, es que serás recordado (a).
Por qué no saludar y dar los buenos días a aquel cuyo trabajo es barrer las calles, acaso esa persona es menos que tú por no tener un título universitario. No puedes juzgar a nadie, porque con la vara que midas serás medido. No eres más que nadie, la diferencia es que algunas personas desarrollan más la inteligencia que otras, porque estudian, leen, conocen culturas y viajan, pero eso no los hace ser superiores ni les da el derecho de pisar a los demás o mirarlos por encima de los hombros.
“No eres ni más ni menos que nadie, sólo eres tú”, anónimo.
Escrito por Aylen Bucobo
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