La caída
“Y cuando creí que estaba cayendo… fue cuando abrí mis alas y aprendí a volar” (Richard Bach)
Sin darme cuenta me desdibujé, de ser alguien a no ser nadie. Explorar aquello conocido que se convirtió en desconocido. A ver mis pasos veloces y agitados, a desacelerarse poco a poco, pero nunca a detenerse…
La agonía del miedo llegó, pero feneció ante mi terca insistencia y resistencia de no decaer. Mi mirada se hizo lejana, mi pulso aumentó, se ahogó el desconcierto, mi fuerza flotó en la nada…
Mi ímpeto desapareció y la sensatez emergió de las tinieblas en las que mi ser sucumbió por algunos minutos… y esto me sucede, cuando la angustia me visita.
A veces caemos en un sin sentido de la vida, en el que no le encontramos propósito a lo que hacemos día tras día, en el que creemos que nuestro esfuerzo no tiene valor…
En ese vaivén en el que caemos, el desasosiego nos envuelve y la sensatez se esconde detrás de los muros que vamos construyendo nosotros mismos a nuestro alrededor…
En el que de repente no queremos saber de nada, y en el que nuestro ánimo entra en huelga y permanece de brazos caídos…
Y nos sentimos tan solos y desvalidos por la vida. Llega la depresión y frustración, quizás por no ser agradecidos con lo que tenemos y hemos logrado. La soberbia nos sobrepasa y oscurece nuestro cielo…
La angustia llega en silencio y nos encierra en un abismo en el que vamos cayendo lentamente. No encontramos la salida, caminamos en línea recta, pero vamos en círculo. Sentimos que todo es injusto a nuestro alrededor…
Cuando perdemos el rumbo y dejamos de ver el sentido de nuestro esfuerzo, nos sumergimos en una cadena de quejas y reproches que, sin darnos cuenta, nos hunden cada vez más.
Creemos que el mundo es responsable y culpable de lo que sentimos, cuando en realidad, el problema lo tenemos en nuestro interior y es allí, donde debemos buscar y trabajar para salir a flote.
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Eso que nos asfixia, es precisamente lo que debemos aceptar, pero que se entienda ACEPTAR el momento por el que pasamos, pero no ser COFORMISTAS ni ACOSTUMBRARNOS, sino manteniendo una mirada fija por lo que estamos luchando.
Cuando hablo de aceptar por la circunstancia que estamos atravesando, me refiero a ubicarnos en el contexto que vivimos ahora, para no enfermarnos renegando.
Al contrario, para hacer conciencia de que, si estamos en este lugar, en este momento, es porque precisamente esto, nos ayuda a conseguir paulatinamente lo que queremos lograr más adelante.
Entendiendo que todo es parte de un proceso que debemos vivir para llegar a la meta que nos trazamos. De nada sirve dar “patadas de ahogado” cuando queremos emerger de una situación que no aceptamos.
De nada sirve, decir todo el tiempo “yo quiero esto y aquello” cuando en realidad no hacemos nada para tenerlo.
De nada sirve, hacer una lista de lamentaciones cuando en realidad nosotros mismos tenemos las respuestas y la solución de lo que estamos viviendo.
Sí, es necesario caer, porque en la medida que más profundo caigamos, con más fuerza nos levantamos y salimos del abismo en el que nosotros mismos nos hundimos.
No tengo duda, que quien lee estas líneas, más de una vez ha caído y se ha levantado con más fortaleza, consciente de que la vida pasa solo una vez y de que, dependiendo de lo que hoy hagamos, mañana seremos y estaremos en el lugar que anhelamos y por el cual hoy luchamos.
Y si la ironía de la vida te alcanza, recuerda esta frase: “No conseguir lo que quieres a veces es un maravilloso golpe de suerte”, Dalai Lama.
No importa las veces que caigamos, lo que importa, es que siempre nos levantamos.
Escrito por: Aylen Bucobo
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