Espectáculos

Guillermo González, el bailarín wayúu que enalteció al Zulia bailando en Moscú

Guillermo González enseñando ballet

De abuela bailarina, papá cantante de tango y prima bolerista, el camino artístico de Guillermo González era algo inminente. Esto fue solo el inicio de lo que lo llevaría a bailar en Moscú, en Nueva York y en giras por Latinoamérica.

En su casa, ubicada por el Paseo Ciencia cerca del Hospital Chiquinquirá, en un comedor largo reunido en familia junto a sus padres y sus 12 hermanos, mientras su mamá preparaba el acostumbrado desayuno de los domingos, fue cuando por primera vez «el niño Guillermo», como llama a su versión más joven, se interesó en la danza al «meter el ojo» en el periódico que leía su padre y ver un aviso que decía que se becaban bailarines de ballet.

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A escondidas de su familia, comenzó a asistir a la Academia de Sonja Köster en 1963, ubicada en la calle 75, al lado de la Policlínica Maracaibo. Un día saliendo de clases se consiguió a su madre, quien al no saber cómo reaccionar lo envió a su casa a hablar con su padre Eduardo Emiro González, quien al enterarse de la situación le dijo: ”Usted tiene que estudiar porque si usted quiere ser un artista no puede ser ignorante, tiene que seguir los estudios”.

Lo que lo convirtió en un bailarín que escuchó mucho y nunca sabía nada. ”Yo era un bailarín que siempre trataba de sacarle al maestro lo máximo posible para yo aprender”. Considera que esa fue una de las cosas que le dio herramientas para poder formar bailarines. ”Fui muy investigador”.

Ballet y estudios

Guillermo González llevaba las clases de ballet de la mano con las del colegio, hasta que en el 1968 se le presentó a los casi 15 años la oportunidad de conseguir una beca gracias a Irma y Margot Contreras, quienes buscaban entrenar bailarines para la Compañía de Ballet Nacional de Venezuela en Caracas.

Al llegar no fue como se lo imaginó. Miro Anton y William Dollar fueron invitados para coreografiar y por su estatura, su piel morena entre muchos blancos de ojos verdes y sus rasgos wayúu, González fue puesto a un lado, ya que era complicado buscarle compañero para los Pas de deux (pasos de dos).

”Siempre toda la vida, todo lo que me ha caído me ha resbalado, yo siempre me marco una meta y voy hacia ella y voy y logró lo que en verdad tengo ya programado, eso va a ser”.

Un día en el teatro conoció a Tulio de la Rosa y Lidija Franklin, con quienes decidió irse para seguir avanzando en su formación. En 1972 ingresó como solista a la compañía de Nina Novak hasta 1975 cuando a la par, también inició en la Academia de Keyla Ermecheo, la cual trajo como invitado a Eric Volodin, quien venía de Colombia. Visitó Caracas a darle la oportunidad de hacer gira con ellos, para darle inicio a la llegada de los rusos a su vida.

Viajes por el mundo

En 1977 participó en una gira internacional junto a las estrellas del Bolshoi de Moscú por Europa, Asia, Norte y Suramérica, para luego viajar a la Unión Soviética y recibir clases de Volodin y Samakhalova, provenientes del conocido como el mejor ‘Ballet del mundo’. El maestro González no logró hablar completamente ruso, sino lo necesario para entender las clases.

Guillermo González es ejemplo de esfuerzo, trabajo, dedicación y de que los sueños sí se cumplen

Estuvo un año que lo hicieron sentir como si fueran cinco. Se hizo amigo del chef de la Embajada de Venezuela, quien le pasaba comida originaria de su tierra, además aprovechó para aprender todo lo referente al arte. Describe a sus grandes maestros como fuertes y dedicados, pero sobre todo que dijo que le transmitían “una fuerza, una energía guerrera de que todo es posible, nada es imposible”, y así se devolvió feliz y tranquilamente a su país, recordó con un suspiro y mirada soñadora su tiempo en Rusia.

Ingresó al Ballet Internacional de Caracas, en donde audicionó para Vicente Nebrada y Zhandra Rodríguez, quienes lo escogieron y se integró en calidad de solista principal, donde comienzó a explorar otras líneas del ballet, adquiriendo nuevos conocimientos.

Vocación de enseñar y ayudar de Guillermo González

En 1982 Guillermo González se fue a New York para perfeccionarse en el área de la Metodología de la Enseñanza de la Danza Clásica en el American Ballet theatre y la Juilliard School, en donde para entrar tuvo que realizar dos audiciones: la primera, para saber si tenía las habilidades necesarias; y la segunda audición, en la que se determinaría si podía ingresar al schoolarship.

Al volver de New York, se fue de gira con el Ballet Internacional de Caracas y es ahí donde al terminar, se dio cuenta de que necesitaba empezar a buscar la forma si quería seguir viviendo del ballet y estabilizarse porque, cuando le llegara la vejez, no iba a poder hacer más nada.

Un día él visitó la Secretaria de Cultura de Maracaibo y habló con la famosa artista plástica Lía Bermúdez, a quien le compartió su deseo de abrir una escuela, que luego de mucho trabajo, se fundó en 1981 como Escuela de Ballet Clásico del Zulia en la que audicionaron 1200 alumnos, a quienes llevó de la mano junto a sus colegas. Los incorporó para que juntos realizarán producciones como ‘Giselle y el cascanueces’.

Creacción de escuelas de Ballet e impulsor de historias de progreso

En 1995 Guillermo González creó Danzarte de Maracaibo como un espacio profesional de búsqueda, experimentación y proyección para la danza clásica, para mejorar la calidad artística de bailarines, maestros y coreógrafos. Luego trabajó en la Facultad Experimental de Arte de Luz, partiendo asignaturas como Historia de la Danza, Técnica de la Danza Clásica, entre otras, así como también, asesorando tesis y logrando graduar a varios estudiantes de blanco.

Trabajó 20 años en comunidades y en barrios de Maracaibo, los que llaman Después del Muro, Alitasia, Páez, Cardenal Norte y Mara, de lo que se siente “muy orgulloso porque las personas que escogí para que asistieran al programa salieron adelante”.

Especialmente, tres muchachos del Cardonal Norte que se paraban en la esquina a mirar hasta que un día los invitó a la clase de joropo que impartía Luis Castillo, director de Danzas Típicas Maracaibo. Logró inscribirlos en el Colegio Fermín Toro para que pudieran estudiar, se graduaron de bachiller y después hicieron unos técnicos, ayudándoles además a salir del barrio.

Hoy en día, son unos hombres con familia que lo llaman cariñosamente papá y abuelo, lo que para él representa su mayor orgullo de que ellos hayan sido agradecidos. «Ellos hoy en día, mira, ahí los tienen, y ese es el trabajo que yo he hecho toda mi vida”

Junto a Castillo compartió gratos momentos cuando asistían a las comunidades y con lágrimas de risa en los ojos, Guillermo González recuerda cómo en una oportunidad dando clases, se escucharon unos disparos y Castillo les indicó a las estudiantes que se tiraran al piso, no les fuera a entrar una bala en el ojo.

Guillermo González a sus 77 años

«Hoy en día la gente se sorprende porque piensan que yo ando en silla de ruedas, o en andadera, o con muleta, o me llevan de la mano como los viejitos. No, Dios me ha dado a mí mucha salud, este ha sido mi mayor pago que me ha dado Dios: salud y fuerza para continuar trabajando y conseguir adelante”.

Actualmente, el maestro Guillermo González es el director artístico del Ballet Juvenil Teresa Carreño, núcleo Zulia. Un gran proyecto que lanzó el teatro en busca de bailarines de ballet que quieran convertirse en profesionales y formar parte de sus filas “y se ha logrado. Gracias a Dios se ha logrado bastante”.

Formó la Escuela Baralt, en la cual enseña ballet a niños, jóvenes y adultos, de grupos no más de 10 estudiantes, para poder brindarles una atención personalizada a cada uno.

Más de 50 años formando bailarines completos, animándolos a estudiar no solo ballet, sino de otras ramas relacionadas con el arte. A sus 77 años, considera a todos los bailarines que ha formado, como parte de su vida, a quienes valora como los hijos que Dios le puso en su camino.

“Yo represento para ellos como si hubiera sido su padre, porque lo he sentido así”

A la juventud hoy en día les dice: “Analicen muy bien qué es lo que quieren hacer. Si van a hacerlo como hobby, que se lo respeten. Voy a hacer esto porque quiero tener ese cuerpo, quiero tener una línea de ballet, voy a estudiarlo, aunque no lo quieran como profesión. Puedes estudiar y si te organizas lo lograrás. Hoy en día hay muchas puertas que se abren para poder estudiar”.

Guillermo González es un claro ejemplo de tenacidad y perseverancia, de que podemos cumplir nuestros sueños si nos lo proponemos y trabajamos por ello; como el ‘Niño Guillermo’, quien con esfuerzo y dedicación, logró lo que siempre quiso: compartir su conocimiento con los demás.

Texto: Paula Sibada, estudiante de Géneros Interpretativos de la URBE

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