Fe, esperanza y valentía: Evangelio de hoy, san Lucas (12,32-48):

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (18,6-9):

La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
pues con lo que castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina:
que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32,1.12.18-19.20.22

R/.
 Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V/. Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V/. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (11,1-2.8-19):

Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Palabra del Señor

FE, ESPERANZA Y VALENTÍA
POR LA FE…


 

          FE, ESPERANZA Y VALENTÍA  son 3 palabras de las lecturas de hoy que quieren invitarnos a la reflexión, iluminar nuestra situación y movernos a la acción. Vamos a situarlas en nuestro contexto, en nuestra realidad, para descubrir su significado.

 ¤ Ser hoy creyente cristiano no está bien visto, al menos en Occidente, y en particular en España. No es moderno, ya no se lleva. Es para gente con poca cultura o formación, para gente «mayor». 

Hay toda una corriente social que va barriendo poco a poco las tradiciones, símbolos, manifestaciones y costumbres religiosas. Las va dejando en puro folklore (procesiones, ritos, costumbres, fiestas populares… para las que no hace falta en absoluto la fe. Y si no, nos invitan a guardar nuestras creencias en el ámbito de lo privado: cada cual que crea lo que le parezca, pero que no moleste, que no se le note, y que no interfiera en las decisiones de la vida, sobre todo social, política o económica.

¤ Hay una evidente dificultad: cómo transmitir la fe a las nuevas generaciones. No es necesario echar manos de datos y encuentras: cualquiera puede darse cuenta de cómo los templos y celebraciones se vacían. Muchos padres, y todavía más muchos abuelos, se inquietan al ver que los más jóvenes de casa no quieren ir a misa, no rezan, no se casan por la Iglesia ni bautizan a sus hijos… Ya no se bendice la mesa, prefieren no acudir al cementerio, no se apuntan a las clases de religión o las catequesis…
Y esto ocurre a la vez que otros pueblos, otras culturas y otras religiones nos muestran una fuerza y entusiasmo religioso, contrastando fuertemente con los que vivimos nosotros por estas tierras.

¤ No pocos de los que se consideran creyentes se desaniman ante las muchas dificultades para ser consecuentes con su fe: cuesta comprometerse y ser fiel a los compromisos. Se ve el Evangelio como un asunto imposible, impracticable en nuestra sociedad tan adelantada. Resulta difícil, aburrido, cansado, extraño hacer un camino de oración personal. No se sienten identificados con ciertas afirmaciones de las autoridades eclesiales, y bastantes no sabrían decir qué les aporta la fe, en qué se diferencian de los no-creyentes; incluso no están muy seguros de si cambiaría realmente algo en sus vidas si prescindieran por fin de Dios. 

¤ Un rasgo muy significativo de hoy es el el individualismo en la vivencia de la fe. No necesitamos de otros para profundizar, contrastar, madurar o crecer en la fe. Cada uno se apaña como puede y se hace su «fe a la carta». Nos cuesta hablar y compartir nuestras experiencia de Dios, nuestras inquietudes religiosas, nuestra oración, las motivaciones profundas de nuestras decisiones, nuestras dudas y búsquedas… cuando resulta que la fe cristiana es esencialmente comunitaria.

¤ Definir entre nosotros qué es la fe o en qué consiste ser cristiano… se vuelve tarea bien complicada. Y por lo tanto, también es complicado ponerse de acuerdo en lo que habría que hacer transmitirla…. e incluso para mantener la propia, tan zarandeada por mil vientos.

           No podemos caer en el catastrofismo, el pesimismo, la pura lamentación, la tristeza, ni que nos envuelva el desánimo. Ni caer en añoranzas de un pasado que no existe ni va a volver. Ni simplificar las cosas o dedicarnos a buscar «culpables». 

Aunque el tema es complejo, ¿qué nos aportaría la Palabra de Dios que hoy hemos escuchado?

  • Primero, que el camino de la fe es difícil, arriesgado y supone renuncias, esfuerzo y búsqueda continúa, como todo lo que merece la pena en esta vida. Es, por tanto, exigente, y no podemos andar con «rebajas».
         Pero nosotros ¡ESPERAMOS!, no nos conformamos con las cosas como son. Tenemos ESPERANZA y esperamos «mejorar-nos». No nos quedamos dormidos dejando pasar las horas, los días y los años. Nos ponemos a la tarea cada día, VIGILANTES. Al que mucho recibe, más se le exigirá.  Y aquel que sabe lo que Dios quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes. Es una manera de hablar lo de los azotes, pero es un toque de atención: Tenemos una RESPONSABILIDAD de la que nos pedirán cuentas a todos. Y hemos recibido mucho: la fe, el Reino… 

 • Segundo: mirando a los grandes creyentes (segunda lectura de hoy), creer -tener fe- significa buscar y HACER lo que Dios quiere de mí. Él tiene para mí un proyecto que implica ponerse en camino, buscar lo nuevo dejando atrás la comodidad, las seguridades y proyectos, lo ya conseguido y conocido, y lo que realmente no me da plenitud.  Significa vivir la vida con Dios. Como Abraham, Sara, Moisés, Jacob… Y sin miedos, porque Dios está con nosotros y es fiel a sus promesas.

 •  Tercero: Ser solidarios en los peligros y en los bienes (primera lectura). El individualismo que tanto daño hace en la sociedad actual, también daña gravemente la fe. Por eso, nuestra opción ha de ser compartir lo que tenemos y lo que nos pasa, y hacer nuestro lo de los otros. Y especialmente, vivir pendientes de los que están peor; luchar por una ciudad nueva, justa fraterna. Tener un tesoro en el cielo, y no en el Banco o en propiedades y bienes.

           Es oportuno que hoy nos planteemos la pregunta de Pedro: Señor, ¿has dicho estas palabras por nosotros? Pues claro: ¡no pensemos que el Evangelio es para otros, o solo una parte es para mí…! Su mensaje es para pocos: Jesús llama a los suyos «pequeño» rebaño. Pequeño. 

No importa la edad que uno tenga: Abraham y Sara nos lo podrían explicar muy bien. No eran precisamente jóvenes cuando Dios les hizo «salir». O Samuel, que era un niño cuando Dios le salió al paso. El Evangelio es para los (¿pocos?) que esperan algo mejor, y procuran estar atentos a la «repentina», discreta e inesperada presencia del Señor en nuestra vida cotidiana, para poder reconocerla y acogerla.

      Que podamos escuchar algún día de labios del Señor:: «Dichosos vosotros… sentaos a la mesa, que yo mismo os iré sirviendo». Sorprendente y fantástica promesa para los que vivan «en vela» y sueñen y trabajen por un mundo mejor.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 
Imagen superior de peakpx.com. Imagen inferior Fran Pulido (ElPaís)

Ciudad Redonda

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