El abrazo
“En la tristeza el consuelo te abraza, mientras que las lágrimas te curan el alma”.
Todo pasa, y mientras pasa, debes ser fuerte.
El consuelo puede ser un bálsamo para el corazón, el alma y el espíritu. Un alivio que en ocasiones nos ayuda a sentir mejor cuando pasamos por alguna tristeza.
Este consuelo puede llegar con un abrazo fuerte, palabras inesperadas o simplemente con la compañía de alguien que se quede a nuestro lado y respete nuestro silencio o llanto.
Ciertas personas tienen el poder de hacernos sentir bien en momentos así. Un don que alcanza aliviar nuestro estado emocional, la pena que estamos sintiendo y brindarnos bienestar.
Es parte de nuestro instinto de supervivencia de extender la mano a quien lo necesita. Así que cuando vemos a alguien llorar sentimos la necesidad de ayudar.
También cuando nos sentimos tristes o afligidos por alguna situación, solemos buscar a otra persona para que nos ayude a aliviar esa pena, nos escuche o nos dé palabras de ánimo.
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Sin embargo, no todas las personas son capaces de dar consuelo, bien sea por vergüenza o porque también sienten mucha pena y no les salen las palabras, o porque se sienten incómodos.
Es importante saber consolar, pues existen personas que no saben cómo actuar ante el sufrimiento de los demás. Por tanto, es imprescindible tener mucho tacto y cuidado con lo que se desee expresar, pues podemos hacer sentir peor al que está mal, incluso con algunos gestos.
Es parte del consuelo saber escuchar, tener empatía por el otro, ponernos en sus zapatos sobre todo cuando ya hemos vivido experiencias fuertes. Es bueno expresar que en la vida todo pasa, que entendemos por lo que está pasando, que el tiempo lo cura todo… frases como esas dan consuelo.
Debemos mostrar preocupación, interés y nuestra intención de que deseamos que esa persona que la está pasando mal, pronto esté bien y vea la situación desde otra perspectiva.
Nunca hay que minimizar el dolor, sufrimiento o pena de los demás. Nunca hay que hacer sentir a la otra persona que la situación que vive no es tan importante. Al contrario, si vamos a consolarla, la idea es que escuchemos sin juzgar.
Debemos dejar que llore, se desahogue, porque las lágrimas curan las penas del alma, nos ayudan a drenar el dolor y el sufrimiento. No te pasa que cuando lloras, después te sientes mejor. Entonces, nunca expresemos frases como, no llores, no vale la pena.
Ofrecer nuestra ayuda sin que el otro lo pida, es un recurso que podemos usar para realmente aliviar lo que está viviendo esa persona. Además, no debemos agobiar haciendo muchas preguntas. Mejor es dar un abrazo o tomar su mano mientras escuchamos.
No obstante, está la otra cara de la moneda porque hay quienes no siempre encuentran consuelo o alguien en quien refugiarse y se ven en la obligados a enfrentar solos el sufrimiento y dolor.
Es el momento donde la resiliencia forma parte esencial, porque debemos sacar de nuestro interior esa fuerza para poder reponernos y secar nuestras lágrimas para seguir adelante.
En otras palabras, buscar en nosotros mismos consuelo, hablándonos y dándonos palabras de ánimo. Aunque parezca triste o absurdo, hay personas que lo hacen.
Lo recomendable es que si estás solo (a) pasando un momento difícil, y no encuentras consuelo, lo mejor que puedes hacer es distraerte, hacer actividades que te den placer y bienestar, y de esa manera, poder contrarrestar los sentimientos de tristeza.
El consuelo es un acto de solidaridad. No solo haces sentir bien al que está recibiendo tu ayuda, sino que, también te da bienestar a ti. Es gratificante y placentero. Es increíble cambiar lágrimas por sonrisas y llenar los corazones de esperanza.
No olvides que recibes lo que das.
Escrito por Aylen Bucobo / En todas las Redes Sociales @aylenbucobo
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